A veces, no solo las niñas vuelven a la competición. A veces, no solo las entrenadoras vuelven a las pistas. En ocasiones, algunas madres/padres volvemos a ver a nuestras niñas competir. Por cuestiones laborales o familiares, a veces no es imposible que las acompañemos desde las gradas.

Y eso es lo que me pasó a mí ayer. Volví a la competición. Volví a verlas desde hacía algún tiempo. Bastante tiempo. En realidad, después de seguirlas incansablemente desde hace 3 años, haber faltado desde el mes de mayo a todo lo que han hecho, me ha provocado un pequeño síndrome de abstinencia.

Podría decir muchas cosas de lo que ví ayer sobre el tapiz… casi como casi tod@s vosotr@s. Pero hoy quiero escribir sobre lo que ví en la grada: muuuuuucha gente, muuuuucho calor… y sobre todas las cosas, mucha, mucha ilusión.

Ilusión compartida por padres y madres, abuelos, abuelas, tíos, hermanas y hermanos… amigos. Cientos de personas que se desplazan incombustibles para arropar a equipos y gimnastas individuales; personas que no dudan en pasar su tiempo libre en los polideportivos de la comunidad de Madrid, o en su caso, incluso, de España. Cientos de personas a las que no les importan pasar horas de pie, o sentadas en las escaleras de la grada, porque sólo han llegado con ¡4 horas de anticipación! a que salga su equipo… y ya no hay sitio para nadie…

La gimnasia rítmica no es un deporte minoritario. Es un deporte que mueve masas. Lo vemos cada fin de semana, cada competición. Las niñas no desfallecen. Las entrenadoras tampoco. Pero los equipos de familias que se mueven cada semana, también son (somos) dignos de admiración. Así lo digo. Nuestra paciencia es incombustible; nuestra ilusión, inquebrantable.

 

Foto de Foto Sport Eventos

Pin It on Pinterest